Para los que amamos Tepoztlán eventos como el que inició el lunes por la tarde son desgarradores; y quiero explicarles por qué.
A los tepoztecos nos enseñan desde niños la importancia de preservar nuestros cerros; nos enseñan las míticas leyendas que dan forma y significado a cada una de las caprichosas formas con que las que el tiempo ha tallado la roca; y cómo es que la mano de Tepuztécatl cortó con su propia hacha los Corredores del Aire.
Nos enseñan a caminar por los senderos del extensísimo bosque, y nos inculcan el respeto a las plantas, los árboles y los animales que lo habitan; y nos han hablado de las luchas que lo largo del tiempo otros tepoztecos, nuestros antepasados, han encabezado para defender éste, que es el patrimonio de todas y de todos: Tepoztlán.
Por eso, es que nos duele cuando las montañas arden. Nos duele pensar en cómo y cuánto sufren las especies que habitan nuestros cerros. ¿A poco no..?, nos duele en el alma ver el rojo arder de las llamas que consumen nuestro bosque; nos duele escuchar el crujir de los majestuosos árboles que caen envueltos en llamas; y nos preocupa pensar todo lo que los brigadistas pasan incendio tras incendio, historias sobre ellos, y los que en el pasado han dejado sus almas combatiendo al fuego, nos vienen a la mente cada vez que viene otro incendio.
Conmueve, y por qué no decirlo, enoja saber que en la mayoría de estos incendios está inmiscuida -directa, o indirectamente- la mano humana, que en una acción sumamente irresponsable, con intención o no, provoca todo esto...
Es un llamado a hacer consciencia y memoria a todos...
A. Arturo.
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