Por Alan Cortés Romero | Para leer más de este autor, clic aquí
La pandemia por el coronavirus COVID-19 ha cambiado nuestra forma de vida radicalmente. En el caso de nuestro país, las primeras actividades detenidas por el confinamiento fueron las clases presenciales en todos los niveles educativos, por lo que una generación entera de niños, niñas y jóvenes mexicanos han quedado sin sus fiestas de graduación, sea del nivel que fuera, durante el fin del ciclo escolar pasado, fue simplemente imposible celebrar, o la transición de grados escolares o la culminación de sus estudios formales de grado y posgrado. Esta generación, seguro estoy, recordará por siempre la inesperada forma en la que, por medio de los espacios digitales concluyó un nivel educativo.
La actividad escolar formal quedó limitada a un quehacer que obliga a estudiantes y docentes a estar frente al monitor de un dispositivo móvil con conexión a Internet, o a la radio, o a la televisión; por lo que la peculiaridad de la generación 2019, 2020, 2021 va más allá de la forma en que se imparten los contenidos de los programas educativos, sino también a un proceso de "teletransportación", en que los participantes del proceso de enseñanza-aprendizaje ven limitada su posibilidad de recibir un nivel por lo menos deseable de conocimiento, en el caso de los aprendientes, y en el de los enseñantes, queda limitada la posibilidad de una adecuada transmisión del conocimiento.
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